Tal como un animal, del esclavismo fuiste la mercancía sopesada y cuando ardió en la hoguera el fanatismo cual un leño, arrojada. Fuiste la bestia de preñez fecunda la hetaira del Señor feudal, del Amo sin derecho a pensar. Tu vida funda en comer de su mano. No había ley ni Dios que contemplara tu derecho inherente a Ser viviente confinada a un establo que abonara tus penas de sufriente. Aduar, Corte, Serrallo, en donde ejerza el poder, en palacio o toldería el hombre pudo, sólo por la fuerza marcar supremacía. Alma mater, matriz tan mancillada por siglos de una historia repetida en que la tierra ha sido rastrillada de infamia consentida. Simple objeto de uso. Burdo o regio bajo el sometimiento más cruento Te reconoció el alma en acto egregio el Concilio de Trento. Hasta entonces, tu vida dependía del amo que te hubiera caído en suerte de su buena actitud, de la armonía que salva de la muerte. Y llegamos al Hoy, tan esperado con religión, con ley, con fe y con Ciencia para advertir que no se ha desterrado contra tí la violencia. Otilia Da Veiga. .